El ozono que empleamos en medicina se obtiene a partir del oxígeno puro mediante la aparatología correspondiente.
El ozono, debido a su gran capacidad oxidante, posee un fuerte poder bactericida, antivírico y fungicida, por lo que aplicándolo directamente en heridas y úlceras infectadas, destruye los gérmenes patógenos debido a su alta capacidad desinfectante.
Los tratamientos con ozono mejoran la circulación sanguínea y, como dijera el profesor Schweitzer, de Düsseldorf, se puede considerar como “la terapia más eficaz en el tratamiento de las alteraciones circulatorias”.
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